jueves, 10 de mayo de 2018

Léeme


Soy de esas personas que sostiene la teoría de que todo aquel que dice odiar la lectura, podría haber sido un lector imparable si los libros adecuados le hubiesen encontrado.
Todos procedemos de un sistema educativo en el cual los libros de lectura son impuestos. Pero el error no acaba aquí, sino que además todos ellos conllevan un examen. ¿Qué ocurre entonces con aquellas personas a las que desde un primer momento no les gusta el libro que están leyendo? Además de hacer esto, deben "estudiar" el libro en lugar de mirarlo con ojos de lector. Me gustaría que todos reflexionáramos sobre cuán acertado o equívoco es esto. 

Estoy de acuerdo con el hecho de que se pueden llevar a cabo miles de actividades de animación a la lectura, pero esta animación y motivación comienzan en la libertad de elección.

Es cierto que algunos de los libros son clásicos de la literatura española o universal y que deben ser leídos, pero también se puede dejar al alumno cierto margen de libertad. Por ejemplo, la mitad de los libros leídos a lo largo del curso podrían ser obligatorios, y la otra mitad de libre elección, según lo considere el docente. De este modo, el alumno se siente partícipe de su propio aprendizaje en lugar de contemplar cómo es siempre el resto quien decide lo que debe aprender y cómo. 

Solo el hecho mismo de llevar a los alumnos a la biblioteca, dejar que se inunden en ese mar de palabras contenidas en papel, y elegir qué mundo quieren explorar a través de las líneas, supone una motivación maravillosa.

Además, el maestro conoce a sus pupilos, sus intereses y aptitudes, y puede recomendar al alumno un determinado estilo de libros, siempre dejando aún así que lo escojan ellos. 

Tras finalizar de leer el libro, no es necesario realizar un examen para comprobar que lo han leído, y no considero que preguntar detalles insustanciales sobre lo que sucede en la historia sea relevante. Se puede pedir al alumno que dé su opinión sobre él, cuente un final alternativo, o que responda a alguna pregunta en la cual deba realizar inferencias sobre las emociones de los personajes o el motivo que les puede haber llevado a actuar de ese modo. El docente puede probar que el alumno ha leído el libro propiciando la reflexión, la verdadera comprensión de su contenido (mediante las inferencias), dando lugar a un desarrollo del juicio crítico, y potenciando la creatividad e imaginación

Algunos de los libros leídos se puede apoyar posteriormente viendo la película basada en ellos, si la hay. Muchos de los alumnos incluso preferirán el libro porque comprobarán que en él descubren una serie de detalles que en la película no se pueden captar o no aparecen. Comprobarán lo fascinante que es proyectar la película en su propia cabeza mientras leen.

Debemos preguntarnos qué tipo de libros nos gustaría haber leído en nuestra infancia. ¿A qué niño no le habría llamado la atención Alicia en el país de las maravillas? ¿Y Peter Pan? ¿Acaso no pueden los niños leer estimulantes historias detectivescas, de misterio o de ficción? ¿Qué ocurre si el alumno quiere leer Harry Potter y la piedra filosofal, un libro en el que se da el valor de la amistad y el respeto? No es solo el lector quien encuentra al libro, sino que el libro encuentra a quien quiere dejar que lo lea.

Se me ocurren muchas actividades de animación a la lectura. Una de ellas puede ser la siguiente: 

En primer lugar, el maestro daría el título de la historia a los niños y leería en voz alta el inicio de la misma, de manera que los alumnos no leen, sino que se concentran en comprender lo que el maestro les cuenta. Tras esto, los niños tendrían dos o tres imágenes acerca de cómo continúa la historia y, tras observarlas un momento, los niños cerrarían los ojos y el maestro reproduciría una canción. Los alumnos dejarían volar su imaginación mientras gracias a la música, e, inspirados por la música, crearían su propia versión acerca de cómo continúa y finalizan. Tras escribirla, leerían la historia original, creando en ellos cierta expectación por averiguar si su versión coincide con la verdadera historia o no. Esto se podría realizar con niños de todas las edades de primaria, desde los 6 a los 12 años. Se trata de una actividad lúdica y creativa que juega con el poder de la música de manera transversal, y fomenta la lectura y la escritura

En el siguiente vídeo podéis encontrar algunas otras actividades de animación a la lectura:



También resultaría muy enriquecedor recibir en el centro escolar la visita del autor de alguno de esos libros que han leído, ya que los alumnos conocerían personalmente al escritor de dichas historias y podrían realizar todo tipo de preguntas.

Por otro lado, os dejo una presentación que elaboré yo misma sobre algunas propuestas de actividades que se pueden llevar a cabo el Día del Libro para fomentar la animación a la lectura y la participación de los padres en el proceso de aprendizaje de sus hijos (pinche aquí)


No debemos olvidar tampoco la gran utilidad de la lectura dentro de la educación en valores morales y una mejor comprensión del comportamiento humano y funcionamiento de la sociedad.
También debemos tener en cuenta que existen varios géneros literarios y podemos tocar todos ellos en el aula. Los alumnos pueden llevar a cabo una representación teatral, y pueden acercase a la poesía al mismo tiempo que aprenden sobre otras áreas. Por ejemplo, aquí os dejo un ejemplo de tres poesías infantiles que escribí hace un año. La primera de ellas, "Un caballero andante", trata sobre Don Quijote, "El mundo de los sueños" pretende hacer referencia a la lectura en sí misma, y la "La letra y el número" inculcar la importancia de las Ciencias y las Humanidades por igual. 


Me gustaría recomendar a cualquier persona un libro titulado El árbol rojo, de Shaun Tan, el cual refleja muy bien a través de imágenes y pocas palabras el funcionamiento de la esperanza e incentiva la reflexión. 

Crece como persona, de Miguel A.Conesa Ferrer, es otro libro que pone de relieve el provecho pedagógico y de crecimiento personal que se puede obtener de algunos cuentos de Andersen. Sin embargo, siempre debemos tener en cuenta que si se utilizaran estas preguntas y ejercicios con alumnos, deberíamos hacerlo desde una perspectiva más empática para evitar el egoísmo que en ocasiones se deriva del egocentrismo de los sentimientos de uno mismo, y más aún a esas edades. 

Dado que ya conocéis mi punto de vista sobre el tema, también os dejo la opinión de mi compañera Iria Gálvez Trigo, a quien he realizado algunas preguntas y ha respondido a ellas amablemente:


En definitiva, tal y como escribió Lewis Carroll en esa historia en la cual Alicia encuentra etiquetas en las que aparece “Cómeme”, “Bébeme”, dejad poco a poco que los alumnos encuentren la etiqueta “Léeme” al lado de un libro destinado a ellos, y descubrirán el prodigioso mundo de la palabra.




Sandra Sánchez Tejero.
2ºA Magisterio de Educación Primaria.

Fuentes de imagen:    2    3    4

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